El mes pasado vivimos en Malawi, que está entre los países menos desarrollados del mundo. Fue nuestro último mes en África, y como los demás países del continente, está lleno de belleza natural y de gente maravillosa. Lo llaman “el corazón cálido de África“.

Nuestro ministerio tuvo su base en un hostal llamado Butterfly Space (Espacio de la Mariposa), localizado a la orilla del Lago Malawi, en un pueblito llamado Nkhata Bay. Ahí estábamos rodeados de cachorritos, monos, hormigas, arañas, babosas, y el ocasional hipopótamo que decidía nadar en el lago. A diferencia de todos los ministerios con los que hemos trabajado, ellos reciben voluntarios con cualquier tipo de trasfondo o antecedente, mientras quieran trabajar y amar a la gente de la comunidad. Esto hizo que estuviéramos en un ambiente de vida y de trabajo muy diverso, lo que nos mantuvo ocupados por un rato.

A través del mes tuvimos la oportunidad de establecer relaciones con el personal, los voluntarios, y cualquier otro viajero o local que pasara por el hostal. Cada interacción se aprovechó para compartir el amor, la alegría y la sabiduría que nuestro Papá comparte con nosotros. También visitamos la guardería y la escuela todos los días, y pasamos el tiempo con los chiquillos enseñándoles inglés y otras destrezas, o simplemente divirtiéndonos con ellos. Pero mi parte favorita del mes fue lo que ocurría tres veces por semana, en las tardes, por una hora cada vez. Podíamos compartir nuestra fe, esperanza y luz con un grupo de convictos de la prisión local. Tengo que decir que ha sido una de las experiencias más enriquecedoras que he tenido en mi vida.

Cada Lunes, Miércoles y Viernes comenzábamos a caminar hacia la prisión a la 1:40pm, para estar ahí a las 2. Al llegar, teníamos que esperar en un pequeño rancho en las afueras, para que uno de los guardas o el capellán de la prisión nos llegaran a buscar. Muchas veces esperábamos jugando “Baw“, un juego local que se juega con canicas en un tablero de madera, con algunos de los guardas que estaban en su hora de descanso. Así se establecieron muy buenas amistades.

Mientras íbamos entrando comenzaban los cantos, y los escuchábamos aún antes de llegar al patio interno donde nos reuníamos. Un grupo de 20+ prisioneros deseosos de Dios nos estaban esperando emocionados de compartir con nosotros Su presencia. Algunos eran más maduros en la fe que otros. Algunos eran nuevos convictos que se unieron a nuestro estudio de biblia en busca de esperanza, respuestas y consuelo. No importaba donde estuvieran en su camino espiritual y de vida, estaban ahí por el amor de nuestro Padre… y nosotros también.

Juntos, a través de las semanas, aprendimos del amor del Padre, nuestra identidad como hijos e hijas de Dios, el Reino de Dios y Su voluntad para nosotros, la Iglesia como una comunidad de creyentes, y sobre nuestros sueños, llamados y potencial escondido. También hablamos de temas como el sufrimiento, la enfermedad y la brujería. A través de sus historias y las nuestras, además de las de la Biblia, aprendimos mucho unos de otros, y hubo muchísimos frutos celestiales para la vida de todos los que nos involucramos. Lo amé.

Fue ya llegando al final de nuestro mes en Malawi cuando Dios me hizo ver una realidad muy interesante. Muchos, si no la mayoría de la comunidad que vive en Nkhata Bay, estaban atrapados en sus propias vidas, ya fuera por drogas, alcoholismo, abuso, enojo, resentimiento, avaricia, mentiras, chismes, soledad, falta de esperanza, confusión, perdición o cualquier otra cosa. No sé por qué pero creo que el hecho de que Nkhata Bay es uno de los lugares más turísticos de Malawi tiene algo que ver en esto. Pero para seguir con el punto, Dios me enseñó cómo mucha de la gente que estaba en “libertad“ afuera de la cárcel, eran realmente prisioneros de sus estilos de vida, mientras que los “prisioneros“ que estaban dentro eran personas de las más libres que he conocido.

Esta fue una lección muy impactante de lo que la verdadera libertad es y como podemos, a través del engaño, creer que somos libres cuando en realidad no lo somos. Qué es para nosotros la libertad? Puede alguno de nosotros decir que es verdaderamente libre? Qué es lo que nos detiene? Qué nos controla? Qué nos impide o nos retarda en nuestra misión de buscar, perseguir y alcanzar nuestro verdadero propósito? Todas estas son las preguntas que me venían de esta experiencia, y las comparto con ustedes porque creo que cuando realmente decidamos buscar la verdad, la vamos a encontrar.

Ahora un consejo: no se desalienten ni pierdan el ánimo si encuentran que no poseen esta libertad de la que estoy hablando. No hay nada que podamos hacer para adquirirla por nosotros mismos, pero por suerte Aquel que tiene las llaves del universo desea liberarnos para que podamos correr hacia El. Nos ama, y quiere compartir con nosotros la eternidad. No rechacemos ese regalo incomparable por culpa, vergüenza, orgullo o miedo. Todo lo que tenemos que hacer es decirle “SI“ y abrir nuestros corazones para recibir Su Espíritu, que nos libera.