Mi vida se transformó hace poco más de cuatro años, cuando mi corazón reaccionó a la verdad de las Buenas Noticias de Jesús con arrepentimiento, y confesó que Él es mi Señor y mi Salvador. En este intercambio, en el que le entregué mi vida de desobediencia a Jesús y recibí de Él al Espíritu Santo que me permite vivir una vida recta e irreprochable en Jesús, muchas cosas cambiaron. Ya no quería dedicar mi vida a alcanzar metas profesionales, estatus social, adquirir comodidades materiales o deleitarme con placeres egoístas, sino que mi corazón se convirtió en un corazón de servicio que deseaba cuidar a aquellas personas que no tenían a alguien que los cuidara ni sabían que eran dignos de ser servidos.

El Señor nos promete que si somos fieles en las pequeñas cosas, Él nos confiará cosas mayores. En todo mi caminar con el Señor, Él ha caminado fielmente a la par mía y me ha enseñado la belleza de las pequeñas cosas. Hay belleza en escuchar el dolor y los sueños que hay en los corazones de la gente. Hay belleza en entender las diferentes perspectivas y en trabajar para encontrar puntos de encuentro para crear una unidad en la que el amor pueda florecer. Hay belleza en entregar nuestro tiempo, energía y emociones para satisfacer las necesidades físicas, emocionales y psicológicas de aquellos que las necesitan. Cada pequeño buen trabajo en el camino del Señor es bello, porque fue Él quien lo creó y lo colocó perfectamente donde podía revelarnos Su presencia y acercarnos a Su corazón.

Esta última semana Él me confió un trabajo más grande. Esta última semana fui invitado a compartir Su palabra en una capilla de niños. A pesar de que pareciera una cosa normal que hace cualquier cristiano que está en un viaje misionero de 11 meses, para mí no era normal. Era nuevo, grande e importante.

Ya arriba en el púlpito, el corazón me estaba latiendo tan fuerte que a menos de diez minutos de haber empezado mi primer sermón estaba sudando como si estuviera en el 12avo round de una pelea de boxeo. Y y hasta cierto punto lo era! Estaba hablando a un grupo de 50 niños jóvenes sobre las Buenas Noticias del Reino de Dios, lo real que es y como podemos acercarnos a este por medio de nuestra fe en Jesús. Se podía sentir una gran resistencia en el plano espiritual que, ingenuamente, no esperé encontrarme.

Los niños tienen un lugar especial en el Reino porque en sus mentes todavía no han creado ese set de parámetros y fronteras que limitan el poder y la voluntad de Dios. Ellos pueden conectarse más fácilmente con las verdades más profundas del Evangelio sin que la lógica, la razón o las malas experiencias que hayan tenido en su mundo los hagan dudar. Fue una pelea en la que felizmente les cuento que Dios ganó, a pesar de que me costó prácticamente toda la energía que tenía para el resto del día.

A través de esta experiencia puedo ver cómo Dios me está abriendo un campo de batalla totalmente nuevo, en el que puedo practicar mi fe y ser testigo de Sus voluntad perfecta. Me emociona, porque entre más grande es el reto, mayor es mi necesidad de depender de Él. De lo poquito que lo conozco, no puedo ni empezar a imaginarme a los lugares a donde me está pensando llevar… pero no hay duda en mi corazón de que va a ser algo muy bueno. Después de esta primera experiencia, ya prediqué una vez más, y mañana me toca hacerlo por última vez en este país. Esta vez va a ser en frente de más de 1000 estudiantes universitarios. Yo sé que Él va delante de mí. Yo solo soy un seguidor privilegiado que decidió dejar atrás todo lo que el mundo tiene que ofrecer, a cambio de recibir Su gracia tan increíble.

Cuando Jesús habla con la mujer del pozo en Juan 4, al final del pasaje Él le explica a los discípulos que hay un alimento espiritual que es mucho más importante que el alimento terrenal. Él les enseña que el espíritu se alimenta y se fortalece cuando hace la voluntad de Dios. Ahora entiendo mucho mejor este pasaje porque lo experimenté en primera persona. Hacer la voluntad de Dios predicando Su Palabra ha traído sin duda muchas bendiciones y fuerza a mi espíritu y a mi relación con El. Ahora mi tarea es enfocar esa labor correctamente para que el orgullo no opaque esa fuerza y esa bendición, y no me aleje de Su camino. Ese es todo un reto en sí mismo para esta nueva etapa, pero confío en que el Espíritu Santo me mantiene humilde ante mi Dios y Salvador.

Para finalizar este post, solo quiero compartir lo agradecido que estoy en mi corazón con Dios y con todos los que están involucrados en el World Race, así como con mi familia y amigos de vuelta en casa, quienes me han apoyado y motivado en esta aventura. Quiero motivar a todos los que me lean a seguir buscando el llamado de Dios en sus vidas y no conformarse con nada menos que eso. Ni la edad ni el tiempo ni los recursos ni nada son suficientemente fuertes o grandes para alejarnos de la voluntad y las bendiciones que Dios tiene para nuestras vidas, si escogemos reconocerlo y seguir Su voz de una manera sincera y con todo el corazón. Permitir que excusas nos impidan de disfrutar esa plenitud prometida es nuestra falta. Nuestra y de nadie más.