Sé que puede parecer extraño que después de dos meses en Europa yo siga escribiendo sobre Africa, pero es que ese continente nos dejó llenos de buenas historias. Por alguna razón que todavía no comprendo, el Espíritu se mueve con mucha mayor libertad ahí, o tal vez es solo más fácil reconocerlo y acompañarlo en Su trabajo.

Así que aquí voy. Es de mañana en Malawi y estamos a punto de salir hacia nuestro ministerio, que consiste en ayudar en un orfanato local que tiene como 20 niños con edades entre los 2 y los 6 años. Ese mes luchamos con la puntualidad… ya saben, La Hora Africana es muy contagiosa.

Habiendo dicho esto, iba como 5 o 10 minutos tarde a encontrarme con mi compañera de equipo en lo alto de las escaleras de nuestro hostal para caminar juntos al orfanato. Cuando llegué me enteré de que se había ido sin mí, y dejé que me molestara, a pesar de que yo soy responsable de mis propias acciones.

Probablemente me resultó tan fácil ofenderme por una tensión que se había desarrollado entre nosotros durante ese mes, y que no habíamos enfrentado. Sí, nosotros los misioneros también nos enojamos y tenemos conflictos entre nosotros. Seguimos siendo humanos, pero Dios igual nos ama muchísimo. Esa es la belleza de nuestro Dios.

Así que me voy solo caminando para el orfanato. En mi mente, iba peleando con mi compañera. Iba construyendo mi caso, como muchas veces lo hago, para probar que yo tenía la razón y que ella no debió haberme dejado botado. En medio de esto, Dios me llama la atención, me muestra lo ridículo que estoy siendo, y me dice es mejor dejarlo ir. Después de un pequeño pulso, entiendo lo que me está diciendo y mi mente vuelve a un lugar de paz. Ahora mi atención completa está en Su bondad y me dedico a alabarlo como tanto me gusta hacer.

Ni dos minutos después, paso por una casa y veo a Joseph sentado afuera con un amigo. Ya sé que no se los he presentado todavía. No se impacienten. Aquí voy con eso. Desde que llegamos a Nkhata Bay, nos encontramos con Joseph una y otra vez, y cada vez que lo veíamos estaba altamente alcoholizado. Siempre estaba gritando y metiéndose en problemas con todos los demás. Tristemente, si uno no está enfocado y con la meta de no hacerlo, es muy fácil dejar crecer una cierta distancia o evadir a la gente que se comporta de esta manera. Y esto lo que hace es mantener y profundizar el ciclo en el que se encuentran.

Vuelvo a la historia. Paso frente a él, lo saludo con un hola, y sigo caminando. Sé que tenía que llegar a donde iba, y ya iba tarde. Honestamente, en mi mente no le vi sentido a invertir en él más que eso. Unos segundos después, sentí la gran fuerza del Espíritu que me obligaba a devolverme y confrontar a este hombre.

Cuando llego donde está, le pregunto: “A usted le gusta ser alcohólico, o le gustaría cambiar?” Qué? De donde me vino eso??? fue lo que pensé de inmediato. Estaba sorprendido de lo que había salido de mi boca. No es necesario que me conozcan para saber que tan contrario a mi naturaleza es hablar así. Lo digo porque creo que hacer algo así es completamente contrario a lo que la cultura me ha enseñado a hacer.

Su respuesta me sorprendió también. Dijo que no disfrutaba su estilo de vida, pero que no sabía como cambiar. De inmediato comienzo a compartir con él las Buenas Noticias de Jesús. Cuánto Él lo ama, y todo lo que Él hizo y logró en la cruz. También le compartí la historia de cómo Dios transformó mi propia vida y todo lo que ha hecho en mí desde entonces.

En este punto de la conversación, sentí que estaba listo para preguntarle si quería recibir a Jesús como su Dios y Salvador, y recibir Su libertad y Sus bendiciones. Se levanta, y también su amigo, y ambos me dicen que están listos para dar ese paso. Un paso que esa mañana ninguno de los dos se imaginaba que iban a dar. Un paso que iba a marcar un antes y un después en sus vidas. El glorioso paso de la salvación y de entrar en comunicación con Dios.

Pero todavía esto no ha terminado. Mientras orábamos, noto que un hombre que iba caminando por la calle se detiene y se nos queda viendo. Como estoy tan involucrado en lo que está ocurriendo, no le pongo atención y sigo pidiendo por el arrepentimiento, la salvación y la liberación de Joseph y su amigo. Apenas terminamos, este hombre se me acerca y me dice “no tengo palabras!“. Lo tomo como una buena señal. Resulta que era un pastor de la localidad, y estaba encantado de encontrarse a un turista haciendo el trabajo de Dios, y no pudo simplemente ignorar lo que estaba pasando y seguir su camino.

Siento que Dios me pide que les presente el pastor a estos hombres, y que le pida a él que se encargue de discipularlos. Una tarea que él está más que feliz de poder comenzar. Intercambian su información de contacto y programan una reunión para esa misma tarde. Solo Dios puede orquestrar algo tan perfecto! Qué día!

Un par de semanas después, antes de irnos, notamos que desde estas conversaciones, cada vez que nos encontrábamos a Joseph él estaba sobrio, funcionando y contento. No solo nosotros lo notamos, porque hasta sus amigos nos vinieron a contar del cambio que estaban viendo en su vida y cómo él le andaba contando a todo el mundo lo que había pasado. Este fue un verdadero encuentro del Padre con uno de Sus hijos. Tenía todas las señales: la transformación, el gozo, la libertad y el testimonio.

Un día que comenzó no tan perfecto, se convirtió en un día glorioso y eterno. Para mí, fue un verdadero testimonio de cómo Dios desea tener una relación aún con aquellos que son considerados los peores entre nosotros, y cómo está listo para usar nuestro quebranto y debilidades para Su gloria si tan solo deseamos relacionarnos con Él y recibir Su amor y guía. Qué cosa más espectacular! Que Dios más increíble!