Siempre me ha gustado ganar.
Los deportes nunca han sido mi tema pero ganar en la vida es una de mis cosas favoritas. Ver como mis alumnos disfrutan el juego que les prepare y ni cuenta se dan que la campana del recreo ya sonó. Comer mis galletas caseras con Cristi sin parar por lo buenas que están. Bailar festejo en el gimnasio y dejar a las demás con la boca abierta. Estas son algunas de mis formas de “ganar”.
Al menos lo eran…
Al inicio del año me di cuenta que en World Race debía buscar otras formas de “ganar”. Alrededor del mundo no tengo a mis alumnos, ni una cocina para hacer galletas (ni a Cristi para que se las coma). Mucho menos un gimnasio. Rápidamente me di cuenta que, en este año, alcanzar la victoria significaba ver a los ninios correr a mi, cargar un balde de cemento sin ayuda, deshacerme de la mala hierba sin rendirme en el intento, etc. Las actividades eran distintas pero el sentimiento el mismo. El sabor de la victoria es delicioso.
Sin embargo este año he descubierto un sabor que es mucho mas sublime que el de la vitoria, y ese es el de la derrota.
Sin duda, este mes en Filipinas es uno de los meses donde mas derrotas estoy teniendo. Casi todas mis manianas las paso con una niña especial. Mi misión es enseñarle el alfabeto y algunas palabras de uso común en ingles. Algunos días son divertidos y muy productivos. Pero hay otros en los que muerdo el polvo de la derrota.
No importa cuantas actividades haya planificado, o lo sonriente que vaya a visitarla. Hay veces en las que simplemente me ignora. Otros días son mucho mas difíciles pues parece que me detesta y todo lo que digo la hace llorar. Hay momentos en los que quiere estar con cualquier persona excepto conmigo.
Ella ha destruido mi ego de profesora, mi reputación de hábil en la enseñanza y mi fama de encantadora de niños . Ella hace que muchas veces me sienta derrotada.
En realidad, hasta ahora, este es el año en el que con mas frecuencia me he sentido así, derrotada. Y considero que ese es uno de los mejores regalos que Dios me ha dado.
Alguna vez han leído este versículo: “Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en las afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; cuando soy débil, entonces soy fuerte” 2 corintios 12:10?
Nunca lo entendí. Siempre pensé que Pablo estaba loco y a veces hasta me caía mal su buena actitud. Y no es que ahora yo sea como el, pero al menos lo puedo entender un poquito mejor!!!
Y este es el el secreto de porque creo que el sabor de la derrota es deliciossisisisimo:
Cada vez que caigo al suelo, Dios me rescata y me hace sobrenaturalmente fuerte. Suena tan sencillo. Pero es en realidad extraordinario.
Les daré unos ejemplos:
Hoy mismo, regresaba derrotada de la clase con mi niña . Como toda profesora frustrada me fui a esconder a mi cuarto a ahogar mis penas con películas. Al abrir mi laptop me encuentro con un mensaje hermoso de una de mis estudiantes de la primera promoción de ninios a los que les enseñe en la escuela dominical, de hace 10 años! Me escribió con tanto amor, agradeciéndome por los anios en los que fui su maestra.
En Tailandia, cuando durante el día tenia mi crisis existencial y pensaba que ya nadie me quería y todos se había olvidado de mi. Mensajitos llenos de amor y aliento llegaban cada noche a mi celular.
En Guatemala, cuando no podía conectarme con Dios y sentía que no había lugar donde encontrarlo, mi líder me regalo su hamaca (una de sus posesiones favoritas en todo el planeta). El me dijo que Dios le mando dármela para que ese sea mi refugio para pasar tiempo a solas con El (y funciono!!).
En Honduras, cuando el dinero que tenia no me alcanzaba para pagar hospedaje ni en el mas misero de los hostales, Dios me envió misioneros y pastores que me refugiaron en sus casas e iglesias.
En Costa Rica, cuando mi cuerpo ya no podía mas de tanto trabajo físico… un viejo amigo y los chicos de su iglesia me dieron una ofrenda para que pueda ir a starbucks a comer un postrecito y engreírme una tarde.
En Haití, cuando el idioma no me permitía consolar a mujeres llenas de dolor y angustia, Dios me dio un don sobrenatural para aprender el idioma en unas semanas y me permitió comunicarme con ellas.
En República Dominicana, cuando sentía que nunca podría encajar con mi equipo de gringos y empece a creer que este seria un año sin verdaderos amigos, Dios me envió a Manu y Priscila, los dominicanos mas maravillosos del mundo y unos de mis mejores amigos de este año.
Estos son solo algunos de los muchos ejemplos que tengo. Los mejores recuerdo de este año son los momentos en los que Dios me rescato de lo mas profundo de mi tristeza o preocupación. También he tenido muchos momentos de alegrías y victorias, pero esas no son las razones por las que sigo en esta carrera y aun no he renunciado.
Si sigo aquí y rumbo a África es por esos momentos en los que experimente la derrota y en seguida la mano de Dios rescatándome. Porque gracias a esas experiencias ahora ya no le tengo miedo a lo que vendrá, ya no le tengo pánico a los desiertos de la vida ni a las derrotas del día a día. Porque ahora por fin entendí a Pablo y su carta a los corintios! Por que ahora se muy bien que cuando soy débil, Dios se hace fuerte en mi. Y cuando experimento derrota terrenal, disfruto de la victoria en Cristo.
