Una de las partes que más disfruté en el campamento fué cuando nos dieron tiempo a solas para escuchar a Dios y escoger un versículo para el equipo. Entonces, me aparté de mis compañeras, y a solas le pedí un versículo a Dios. Me respondió con tres: Isaías 61:1-3, que dicen:
El Espíritu del Señor omnipotente está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a sanar los corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos y libertad a los prisioneros, a pregonar el año del favor del Señor y el día de la venganza de nuestro Dios, a consolar todos los que están de duelo, y a confortar a los dolientes de Sión. Me ha enviado a darles una corona en vez de cenizas, aceite de alegría en vez de luto, traje de fiesta en vez de espíritu de desaliento. Serán llamados robles de justicia, plantío del Señor, para mostrar su gloria. (NVI)
Nos volvimos a reunir, leí mis versículos, y sentimos que este era el versículo que debíamos escoger. Entonces, me puse a estudiarlo para ver qué era lo que Dios quería hablarnos, y encontré varias cosas interesantes:
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Comenzando su ministerio, Jesús leyó los primeros dos versículos en la sinagoga de su pueblo, y dijo, “Hoy, se cumple esta escritura en presencia de ustedes” (Lucas 3.12, NVI). Por haber conocido a su familia, los Nazarenos de la sinagoga se dieron a la furia y “se levantaron, lo expulsaron del pueblo y lo llevaron hasta la cumbre de la colina sobre la que estaba construido el pueblo, para tirarlo por el precipicio” (Lucas 3.29, NVI). Obviamente, nada le pasó a Jesús, pero gracias a su presencia en la tierra, todos podemos tener el Espíritu de Dios e imitar las acciones que Él vino a comenzar.
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Para liberar cautivos, romper yugos, etc. Isaías profetizó que vendría la nueva Jerusalén, capital de la nación santa, y hogar del real sacerdocio: Sión. Pero ahora el templo del Espíritu del Dios viviente no se encuentra en Jerusalén, si no en nosotros. Y la nación ya no es sólo Israel, es todo aquel que escucha y cree. Y el sacerdocio ya no es de una familia, si no de la iglesia global. Pero, la mejor parte es que tenemos una oportunidad singular de ver estas cosas de primera mano.
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Uno de los enfoques más grandes del libro de Isaías es cómo el pueblo de Israel dice que adora a Dios, ofrece sacrificios, pero tiene un corazón alejado que no le importa seguir a Dios ni amar a otros. Por lo tanto, Dios promete destruir el pueblo para luego reconstruirlo. En general, Isaías 57-59 se dedica a hablar de como y por qué Dios va destruir al pueblo, y Isaías 60-62 de cómo lo va a reconstruir. Por lo tanto, cumpliendo la misión de Dios, somos herramientas para reconstrucción y el cumplimiento global de las promesas de Dios.
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El privilegio de ser ungido viene con la responsabilidad de hacer ciertas acciones, pero no es un deber, es un privilegio de ser renovado primero y luego llevar renovación a otros para recibir y dar buenas nuevas, sanidad, libertad, consuelo, alegría y fiesta.
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Cumpliendo nuestro llamado, somos firmes como robles y por nuestra firmeza mostramos la gloria a Dios.
Considerando todo esto, me gustaría que también ustedes se unieran a mi equipo, leyeran este capítulo y compartieran en los comentarios (↓abajo↓) si Dios les ha dicho algo fresco por medio de él.
