¿¡Qué!?
Nunca he estado en un lugar dónde no me he podido comunicar con fluidez, mis dos idiomas me han permitido comunicar cosas que mi piel y mi cara no permiten. Por ejemplo, me permiten preguntar a cuánto me lo dejan, o cuánto es el cariñito, decir cosas como “¡¡GRINGA!! ¿¡quién, yo!? No, no, yo soy Colombiana”, interpretar para viajes de misiones, pretender que no hablo el idioma cuando quiero escaparme de una situación, leer los avisos y entender qué dice la gente cuando tenemos la espalda volteada. En resumen, mis dos idiomas han sido muy útiles para entender el mundo que me rodea y cambiarlo.
Pero, oh sorpresa, todo el mundo en Thailandia habla o Thai o un idioma nativo. Aquí, muy pocos hablan Inglés, y el color de nuestras caras y la forma de nuestros ojos nos desmienten antes de que abramos nuestras bocas. Aquí tengo que pagar precio de farang (equivalente Thai de Gringa), porque de hecho, soy extranjera y necesito un intérprete para que nos diga qué dicen los avisos y de qué habla la gente cuando tenemos la espalda volteada. En resumen, no hablar Thai es difiícil porque no me puedo comunicar muy bien con la gente y me siento indefensa.
Al ser honesta, no me gusta esta incertidumbre porque tras de sentirme impedida, siento que Dios no puede trabajar por medio mío, pero creo que la verdad es lo opuesto. Cuándo podía hablar en Español, cuando Dios hacía algo, siempre había la tentación de felicitarme a mi misma por ser tan inteligente o ungida, pero aquí, si puedo comunicarme con alguien y darle un poco de verdad, agradezco a Dios por el pequeño milagro y así Dios avalúa cualquier comunicación. Cuándo podía hablar en Español, era más fácil comunicar la verdad con otras personas, pero aquí estoy aprendiedo que la verdad del Evangelio no se limita a palabras, es realmente un estilo de vida.
Sin hablar Thai, estoy aprendiendo que mis acciones, acciones tan pequeñas como una sonrisa o un wai (leve venia de saludo que todos usan en Thailandia), pueden hablar volúmenes a cerca de quién represento. Entonces, sin poder hablar Thai, o cualquiera que sea su equivalente local, voy a continuar en la obra que tiene Dios para mí en los próximos seis meses, aún si Chan p’úd mai dai (No puedo hablar Thai).
