“Todo ha cambiado…pero nada ha cambiado”
Hace pocos días escuché esta frase y se me unió el ver la película “Mandela: a long walk to freedom”, situaciones que me han hecho reflexionar con lo que pasa actualmente en este mundo y sin dejar por fuera a mi Costa Rica.
Muchas veces hemos levantado luchas, marchas, conciertos, gritos, porras y otros por causas que creemos nos harán tener más derechos, más opciones, más libertad…cambios que benefician nuestra vida y comunidad. Cada causa tiene sentido en nuestra mente, y cuando la ejecutamos sentimos que cada paso que damos nos acerca más a lo que hemos deseado y estamos defendiendo por alcanzar. Colocamos cada uno de nuestros recursos y todo nuestro esfuerzo en lo que creemos es correcto y va a hacer que el entorno se modifique en beneficio de nuestro sueño.
Se siente una satisfacción increíble cuando nuestras luchas ven el fruto de lo anhelado y nuestro corazón cree haber logrado lo que se propuso.
En el mundo vemos que se aprueban nuevas leyes, que se modifican otras o se abolen unas cuantas, y no podemos evitar que la euforia de nuestros pulmones resuene en las calles, instituciones y hogares.
Y ahora, ¡la ley cambió!, pero… ¿realmente cambió lo que debía cambiar? ¿Cambió el papel o cambió la gente? O ¿cambiaron ambos?
La mayor lucha es la que se lleva por dentro, no la que se muestra en pancartas y pantallas, no es aquella que se escribe, sino es aquella que se vive a paso constante y eterno. No se trata de la ley sino de lo que realmente existe en el corazón de la gente, lo que hace que se actúe de cierta manera.
¿Qué es lo que existe realmente en el corazón de mi gente? ¿Dónde está la pasión de cada uno?
Lo mismo sucede con la iglesia. ¿Cuál es la pasión de la iglesia? ¿Nueva tecnología, un edificio más grande, más ministerios, mejor música?
Si realmente existiera un cambio en la vida del cristiano, las cosas deberían de cambiar, su manera de actuar no debería ser la misma, su forma de hablar e inclusive su posición ante los temas de este mundo nunca podría determinarse como “NEUTRAL”, ya que el no hacer nada para que el rumbo que se tome sea el correcto me hace estar automáticamente en contra de Dios (Apocalipsis 3:15-16 “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio te vomitaré de mi boca.)
¿Cuántas veces nos hemos declarado “neutrales” ante el mundo porque no queremos ofender a nadie? ¿Acaso no nos damos cuenta que con esto, colocamos a otros sobre Dios y nos convertimos en defensores del mundo? ¿A quién anhelo tener de mi lado y agradar, a los hombres o a Cristo?
Ahora bien, ¿qué es lo que anhela realmente mi alma y promueve mi caminar?, ¿qué es lo realmente importante para mi propósito?, ¿en cuáles cosas estoy invirtiendo mi tiempo?
Muchas veces la iglesia invierte la mayor parte de su tiempo en “administrar” sus recursos y se inmerge en el problema de la iglesia a Hechos 6. Nuestro enfoque debe ser el amor a Dios, es decir la oración, y el amor a los demás, es decir el predicar la palabra de Dios y compartir el evangelio del misterio de Cristo.
Pero, no puedo olvidar que es solamente a través de mi relación con Dios que puedo afectar la vida de otros. No puedo pretender crear un cambio, si el cambio no ha transformado mi vida como para que el Espíritu del Señor sobreabunde y toque a otros.
A lo que quiero llegar es que nada logramos con que ya no vivamos bajo la ley, si la ley todavía está en nuestros corazones, si no creemos y hacemos nuestra la relación a la que tenemos acceso con Cristo. Si en realidad nuestro testimonio no declara que hay fruto en nuestra vida, cómo podemos hacernos llamar “cristianos”. Esta palabra no es para tomársela a la ligera.
Estos días en Pretoria, estando en diferentes prédicas en la iglesia 3C (Community | Character | Courage, www.my3c.tv), me he visto confrontada con el aspecto del discipulado. ¿Cuántas personas he discipulado en mis casi 30 años de vida? ¿A quién estoy discipulando actualmente? ¿Si a Cristo le tomó 3 años discipular a doce, qué es lo que pasa conmigo?
Algunas iglesias hemos dejado de lado el discipulado, hemos nublado la importancia de no ser cristianos de domingo y realmente mantener una relación de consejería y tutoría con las personas que nos rodean. ¿Es acaso que los pastores/líderes también se han vuelto pastores/líderes de domingo?
El asistir a la iglesia no me hace salva, el creer no me hace pertenecer. ¿Cómo estás viviendo realmente el cambio en tu vida?
