Hace un par de semanas visitamos Lusaka, la capital de Zambia, y conocí a un hombre muy interesante en el hostal donde nos estábamos quedando. El vivió en Alemania la mayor parte de su vida, como un ingeniero mecánico. Conforme avanzaba en años, una inquietud basada en Dios lo motivó a dejar atrás su vida y trasladarse a África, buscando formas en que pudiera utilizar su experiencia para ayudarle a la gente de Malawi (el país más pobre de todo el continente) a tener mejores oportunidades en sus vidas.

Después de investigar sobre las tantas necesidades y limitaciones que mantienen a la gente de Malawi en su estado actual de pobreza, descubrió que la educación era uno de los mayores retos. Aproximadamente el 30% de los estudiantes no pueden leer lo que el profesor está escribiendo en la pizarra debido a que tienen problemas de visión. Estos problemas de visión estaban teniendo consecuencias muy negativas, y evitándoles el acceso a futuras oportunidades. Parecía no haber una solución para esa mala visión, ya que los anteojos son demasiado caros y la mayoría de la población no los puede comprar. Aún si si tuvieran la posibilidad de hacerlo, no hay mucho acceso a equipo para hacerse los exámenes de la vista que se requieren. El hombre intuyó que una solución simple podría tener un gran impacto en está area y empezó a caminar en esa dirección.

Después de encontrar una opción asequible, produciendo los anteojos internamente en el país con materiales que traía de China, reduciendo mucho así los costos de producción y distribución, se dio cuenta de que el reto más grande no era simplemente ofrecer la solución, sino crear conciencia del problema. La gente de Malawi había sido incapaz de solucionar sus problemas de la vista por tanto tiempo, que se habían resignado a no tener la posibilidad de algo mejor y habían incluso perdido la capacidad de identificar que tenían un problema. Se les podían ofrecer anteojos, pero ellos ni sabían que los necesitaban.

Para lidiar con esta dificultad, creó una forma muy sencilla en que una persona podía darse cuenta de si tenía problemas de la vista. Básicamente les probaba a las personas todas las diferentes graduaciones de lentes, y les preguntaba si su visión mejoraba. No se necesitaba mayor equipo médico, por lo que era fácil de implementar y no tendría mayor costo. Yo estaba fascinado con lo ingenioso que era este hombre para solucionar los problemas de la forma más sencilla, y el hecho de que lo estuviera haciendo para ayudar a la gente que le rodeaba era la cereza en el pastel.

Entre más lo pensaba, más me daba cuenta de que en muchas formas esto se asemeja al propósito y los retos que como Iglesia enfrentamos cuando salimos al mundo a compartir las Buenas Noticias de Jesús y a bendecir a la gente. Tenemos que ayudarle a aquellos que son espiritualmente ciegos a recobrar su vista para que sepan cuánto Dios los ama a través de Jesús, y que en Él las puertas del Reino de Dios están abiertas para cualquiera que quiera entrar.

La más grande y valiosa solución se nos ha sido dada gratuitamente. Por el precio pagado con la sangre de Jesús en la cruz, se nos dio acceso a una relación personal con Dios, a través de la cual podemos recibir una restauración total y completa de nuestra naturaleza quebrada, y del mundo quebrado que nos rodea. Lo que significa que por el poder del Espíritu Santo podemos vivir una vida como la que Jesús vivió aquí en la tierra. No tenemos que vivir bajo las preocupaciones y las angustias de este mundo, sino que podemos entrar a la abuntante paz y gozo que caracteriza al Reino.

Aunque este increíble regalo se nos fue dado a toda la humanidad, los humanos hemos perdido la capacidad de identificar nuestra propio quebranto, y no logramos reconocer la grandeza que está tocando a nuestra puerta. Cómo podemos, como Iglesia, implementar una solución como la del examen de la vista, que haga que la gente tome conciencia de su condición actual? Creo que Dios nos ha ofrecido esto en Su Espíritu, con sus dones espirituales y milagros.

Los milagros y los dones espirituales, como las sanaciones y las palabras de conocimiento, entre otros, les dan a la persona que los recibe y experimenta la claridad de que Dios ha entrado y está presente en sus vidas. Como Dios es verdad y luz, Su presencia expone todo lo que existe en la oscuridad que a la vez está haciendo que la persona no pueda conocer la verdad que le hará libre. En otras palabras, expone el problema y al mismo tiempo la solución, que es Cristo y Su Reino de amor y poder.

Si estamos planeando, como Iglesia, seguir el plan de Dios para redimir al mundo mediante la difusión de Sus Buenas Noticias, vamos a tener que aprender cómo accesar y entregar el poder del cielo a cualquiera que nos encontremos en el camino. Nuestras palabras, por sí solas, nunca han sido suficientes. Una vez escuché a un predicador decir que la Palabra sin el Espíritu está muerta, y que si el Espíritu no se fundamenta en la Palabra entonces fácilmente se puede desviar. Ambos son necesarios e igualmente valiosos en su propio contexto y aplicación.

Este mes en Zambia Dios caminó con nosotros y nos enseñó cómo alcanzar este balance con humildad, diligencia y amor, y sinceramente ha cambiado nuestras vidas. Vimos los frutos de Dios creciendo en las comunidades que visitamos y en las vidas de la gente que conocimos. Nunca me he sentido más vivo en mi vida! Para mí, esta es la mayor confirmación de que lo que estamos experimentando es de verdad el plan de Dios para nuestras vidas.