Era mi último día en Sudáfrica, mi último día en World Race! Decidí romper algunas reglas y pasar esa mañana sola en la playa. Estando ahí, me di cuenta que mi mente se estaba ahogando en un mar de emociones y supe que debía dedicar mi último día a una de las cosas que aprendí a hacer muy bien este año: descansar en Dios.
Decidí por unas horas olvidarme que tenía ansias de regresar a una rutina, nervios de no saber que sería de mí en el 2016, temor de no encajar más en lo que antes llamaba &mi& mundo, miedo a caer en el círculo vicioso de la monotonía, emoción de tener por fin una cama y una habitación donde podría estar totalmente sola.
Decidí cerrar mis oídos a la voz que me decía que la mejor aventura de mi vida había terminado y que nunca habría algo que se compare a lo que ya viví. En cambio, decidí abrir mis oídos a la voz de Dios.
Lo que siguió, fueron minutos de silencio sepulcral. No más olas, no más voces, no más pensamientos… y luego de unos minutos solo escuché una cosa: mes 12, Perú.
Cuando me di cuenta, me encontré escribiendo en la arena esa frase y sin expectativas, regresé a casa.
Ya pasó un mes desde que llegué a Perú y puedo decir que Dios no se equivocó. No hay dudas que diciembre fue el mes 12 de mi aventura… y yo que tenía miedo de extrañar mi vida en World Race, me quedo calladita al ver lo que Perú tenía preparado para mi:
Mes 12 ha sido un mes como cualquier otro en World Race. No ha tenido nada que envidiarle. Ha incluído todo lo bueno, lo malo, lo difícil y lo necesario para vivir la vida al máximo. Ha estado lleno de amigos que me alegran el alma, conversaciones que escudriñan lo mas profundo de mi corazón, tiempos de miedo donde solo me queda confiar en Dios, sorpresas que me quitaron el aliento y, por supuesto, momentos donde Dios me demostró que aún hay mucho más de él por descubrir.
Mis ojos se han seguido abriendo, mi corazón ha continuado ensanchándose, mis pies han conocido tierras nuevas y mi boca nuevas razones para cantar.
Este mes he bailado y celebrado la vida como en África al enterarme que tengo mi trabajo de vuelta.
Este mes he amado como en Asia al atreverme a tratar a desconocidos como si fuesen parte de mi familia.
Este mes he sentido que todo se derrumba como en Centro América al darme cuenta que he cambiado y que definitivamente ya nada será igual.
Pero por sobre todo, este mes Dios me ha abrazado como lo hizo en los anteriores 11 meses, me ha demostrado su amor y me ha llenado de su paz.
Dios tenía la razón esa mañana en la playa de Sudáfrica. Perú no significa el fin de la aventura, sino la continuación. Es el mes 12, pero a diferencia de los otros meses… este es un mes que no tiene final. Porque miro mi calendario y me doy cuenta que ya hace tiempo paso un mes desde que regresé, y hasta ahora Dios me sigue sorprendiendo cada día.
Mes 12 es un mes infinito, es un mes que nunca morirá… y creo que puedo atreverme a decir que este mes 12 está siendo mi favorito.

