Hace un par de semanas mi prima me pidió que escribiera algo acerca de lo que estoy haciendo este año para que lo pudiera compartir con los jóvenes en donde trabaja. Decidí editarlo un poco y publicarlo acá.
Somos 43 jóvenes de distintos lugares del mundo y variados estilos de vida. Tenemos entre 21 y 34 años y nos une una pasión por ayudar al prójimo. Esta pasión fue la que nos llevó a decidir dejarlo todo para embarcarnos en esta aventura.
Muchos de nosotros acabamos de egresar de la universidad, pero otros cuantos dejaron sus buenos trabajos con buenos sueldos y buenos beneficios para venir a vivir en el medio de la pobreza del resto del mundo durante casi un año completo. Con un solo bolso, una mochila y una carpa al hombro nos subimos a un avión en enero y todavía no hemos vuelto a casa.
Esta ONG cristiana de los Estados Unidos envía a cientos de jóvenes cada año a un viaje en donde recorremos once países en once meses para llevar luz, amor y esperanza a lugares del mundo en los que esas cosas se han perdido. He visto sonreír a viudas que permanecen solas y olvidadas en un pequeño pueblo de Guatemala. He compartido con una comunidad en Nicaragua que no pierde la esperanza a pesar de vivir en un pueblo pobre, solitario y alejado del resto del país. He vivido dentro de una de las poblaciones más peligrosas de Costa Rica y he visto la paz y la alegría que mantiene a los habitantes firmes en medio de la adversidad. He formado amistades con mujeres que trabajan en el barrio rojo de Tailandia y he hecho lo posible por darles a conocer que su valor como persona es infinitamente mayor al valor monetario con el que tantos turistas las definen.
Lo interesante de dejarlo todo para viajar por el mundo ayudando al prójimo, es que uno no se da cuenta de cuánto esas personas a las que vamos a ayudar también terminarán cambiando nuestras vidas. Ya terminando mi octavo mes, estas son algunas cosas que he aprendido:
1) Sigue tus sueños. No dejes que otras personas vivan tu vida por ti. Si te apasionan cosas poco convencionales, lucha por ellas. Otras personas podrán tomar sus propias decisiones, pero tú sigue tus sueños.
2) No tengas miedo de soñar en grande. Contra más grandes sean tus sueños, más grandes serán tus logros. Ten fe en tus habilidades.
3) Aprende a dar y a recibir amor sin condiciones. Para algunas personas es fácil entregarlo todo por otros, pero les cuesta recibir. A otras personas les cuesta entregar. Seamos más generosos e incondicionales con el amor que damos. Al fin y al cabo, es gratis. Asimismo, aceptemos que somos personas valiosas y que merecemos amor incondicional.
4) Saquémonos la máscara. Todos tenemos problemas y todos sufrimos por algo. Es iluso creer que tal o tal persona tiene una vida perfecta o mejor que nosotros. Perdemos tanto tiempo innecesario comparándonos con otras personas que olvidamos quiénes somos. Hablemos más sobre las cosas que nos pesan, porque así poco a poco nos daremos cuenta que bajo la superficie somos todos iguales.
5) La vida es mejor cuando perdonamos más y guardamos menos rencores. Cuando perdonamos a quienes nos ofenden, se nos quita un peso de encima y caminamos con más paz.
6) Mantener una actitud positiva puede cambiar el mundo. Una sonrisa, un abrazo, una palabra de aliento… Nunca sabes cuántas vidas puedes cambiar e incluso salvar con esos simples actos.
Lo más importante de todo esto es saber que no hay que viajar por todo el mundo para dejar una huella en la Tierra. En tu misma ciudad hay personas que te necesitan, pero recordemos que ayudar al prójimo no es simplemente echar una moneda en una cajita de caridad; cualquier persona puede hacer eso. Nuestras necesidades primordiales van más allá de lo monetario. Quizás la lección más importante que he aprendido en estos ocho meses es que nuestra mayor necesidad como seres humanos es el amor. Por eso es que lo mejor que podemos hacer como personas es amar al prójimo como a nosotros mismos. Sí, es cliché, pero dejen que esas palabras resuenen dentro de ustedes.
Llevo ocho meses seguidos dejando de lado mis propias necesidades para servir a otros. Llevo ocho meses haciendo de todo tipo de voluntariado (enseñando, construyendo, alimentando a niños en colegios de bajos recursos, trabajando en clínicas, trayendo luz al barrio rojo, cuidando a niños, etc), pero no lo hago para sentirme mejor persona. La base de todas estas acciones es amor. Sin amor, todo esto hubiera sido en vano.
Los invito a ustedes a buscar situaciones en su vida diaria en donde pueden dejar de lado sus propias necesidades para servir a otros. Ya verán cómo van a ir cambiando el mundo, sin siquiera tener que subirse a un avión.
